En ese Encuentro, la mayoría de las y los trabajadores reclamaron al Estado una política integral que incluya capacitación; acceso a maquinarias y financiamiento; participación en pequeñas obras públicas, además de certificaciones, apoyo técnico, cooperativismo, y otros temas relevantes al sector, con las características de la economía popular basada en el trabajo mancomunado, el compañerismo, la solidaridad y la ética.
Por el Movimiento Evita y el Espacio Tierra, Techo y Trabajo, viajaron al Encuentro Nacional, Ariel Rivarola, Rubén López, Soledad Franco, Luis Ayala, Luis Alberto Fernández, Claudio Osorio, Juan Carlos Gavilán, Jorge Pereyra, Juan Carlos Cáceres y Marcos Frelig, quienes junto a otras organizaciones sociales sumaron más de 20 las unidades productivas convocadas.
«La jornada fue muy satisfactoria. Asistimos a un conversatorio sobre la militancia y el compromiso con lo que hacemos en relación a la economía popular, y las grandes diferencias de nuestro trabajo con la economía capitalista. Para nosotros priman los valores de la economía popular: el compañerismo, la solidaridad, el compromiso y las buenas prácticas», dijo Ariel Rivarola, de Puerto Mado.
Para los trabajadores de la economía popular, uno de los temas preocupantes es que de todas las unidades productivas que participaron del Encuentro Nacional, pocas estaban constituídas en cooperativas.
Fondo solidario para comprar insumos
Una de las tres unidades bloqueras del Evita en Puerto Mado se llama «Cultura Artesanal», y funciona en el barrio Los Compadres. El grupo trabaja con una máquina que compró hace un año con el fondo solidario que entre todos aportan mensualmente.
«Es una máquina a la que tuvimos que arreglar y ponerla a punto. Con las ventas y ayuda del fondo común hicimos un playón donde fabricamos nuestros bloques, y nivelamos los pisos con cemento para trabajar con la máquina semi-industrial a la que se la conoce como ´ponedora de cuatro bloques´. Los insumos que utilizamos también salen del fondo solidario del grupo. Al vender los bloques, el dinero vuelve al fondo y cuando escasea la venta, los ladrillos quedan para el galpón comunitario que estamos construyendo», subrayó Ariel.
Para la compra de la mezcladora, hicieron ventas de pollo a la parrilla, y esa plata la sumaron al dinero del fondo para comprar la hormigonera.
Uno de los objetivos del encuentro fue avanzar en medidas para mejorar la producción y los ingresos, teniendo en cuenta que en todo el país existen más de mil bloqueras de la economía popular. Lo trabajadores buscan que el Estado los ayude a tecnificar, que haya un acompañamiento técnico para poder certificar los bloques a través de las normas Iram, y de esa manera ser proveedores, por ejemplo, de los planes de viviendas que se hacen en todo el país, y acceder al mercado formal”, señalaron los trabajadores.
La mayoría de las mujeres que comenzaron con esa tarea -que les significa un gran esfuerzo- lo hicieron motivadas en la posibilidad de fabricar ladrillos para construir y mejorar sus propias viviendas y hacer los muros.
El trabajo se hace manualmente y la producción la comercializan en los barrios y con la misma organización.
«Con nuestros bloques se construyeron iglesias y varios muros de nuestros vecinos, y también como militantes hacemos trabajos sociales ayudando a rehacer paredes de las viviendas de familias necesitadas. Generalmente producimos unos 1500 ladrillos por semana y trabajamos con moldes; pero como los hacemos en un tinglado de madera, debemos tener cuidado con la lluvia y la humedad», explicó Soledad Franco.